INTRODUCCIÓN
El legalismo es la herejía opuesta del antinomianismo.
Mientras que el antinomianismo niega la importancia de la ley, el legalismo exalta
la ley por encima de la gracia. Los legalistas en los días de Jesús eran los
fariseos, y Jesús se reservó su crítica más severa para ellos. La distorsión
fundamental del legalismo es la creencia en que una persona puede ganarse su
lugar en el reino de los cielos.
Los fariseos creían que debido a su posición como hijos
de Abraham, y a su cumplimiento estricto de la ley, eran hijos de Dios. En
realidad, esto constituía una negación del evangelio.
Un artículo corolario del legalismo es el adherirse a la
letra de la ley y no al espíritu de la ley. Para que los fariseos pudiesen creer
que podían cumplir la ley, primero tenían que reducirla a su interpretación más
estrecha y grosera. El relato del joven rico es una ilustración de este punto.
El joven rico le preguntó a Jesús cómo podía hacer para heredar la vida eterna.
Jesús le dijo que debía "guardar los mandamientos". El joven rico
creía que los había guardado todos. Pero entonces Jesús le reveló cuál era el "dios"
que había servido antes de servir al verdadero Dios su "dios" eran
sus riquezas. "Anda, vende lo que tienes, y dala a los pobres, y tendrás
tesoro en el cielo" (Mateo 19:21). El joven rico se fue, entristecido.
Los fariseos eran culpables de otra forma de legalismo.
Le habían agregado sus propias leyes a la ley de Dios. Sus
"tradiciones" habían sido elevadas al mismo nivel que la ley de Dios.
Le habían robado a la gente su libertad y la habían encadenado, allí donde Dios
las había liberado. Este tipo de legalismo no acabó con los fariseos. También
ha plagado a la iglesia durante todas sus generaciones.
El legalismo suele surgir como reacción desmedida al
antinomianismo. Para asegurarnos de no deslizarnos en la laxitud moral del
antinomianismo, tendemos a hacer reglas más estrictas que las que Dios mismo
nos ha impuesto. Cuando esto tiene lugar, el legalismo introduce una tiranía
sobre el pueblo de Dios.
De la misma manera, las diversas formas de antinomianismo
suelen surgir como reacción desmedida al legalismo. Su grito de batalla suele ser
el de la libertad de toda opresión. Es la búsqueda por la libertad moral que se
ha desbocado. Los cristianos, cuando defiendan su libertad, deberán cuidarse de
no confundir la libertad con el libertinaje.
Otra forma de legalismo es el hacer hincapié sobre lo
menos importante. Jesús reprendió a los fariseos por haber descuidado los
asuntos más importantes de la ley mientras que escrupulosamente obedecían los
asuntos menos importantes (Mateo 23:23-24).
Esta tendencia continúa siendo una amenaza constante para
la iglesia. Tenemos la tendencia a exaltar a un nivel supremo de piedad
cualquier virtud que tengamos y restarle importancia a cualquiera de nuestros
vicios. Por ejemplo, puedo considerar que es de mucha espiritualidad el no
bailar, mientras que considero mi lascivia un asunto menor.
El único antídoto para el legalismo y el antinomianismo
es el estudio diligente de la Palabra de Dios. Solo entonces podremos instruirnos
adecuadamente sobre lo que le agrada y lo que le desagrada a Dios.
RESUMEN
1. El legalismo distorsiona la ley de Dios en dirección
opuesta al antinomianismo.
2. El legalismo eleva las tradiciones
humanas al mismo nivel que la ley divina.
3. El legalismo compromete al pueblo de Dios allí donde
Dios le ha dado libertad.
4. El legalismo le da valor a lo menos importante, y le
resta valor a lo más importante.
PASAJES BÍBLICOS PARA LA REFLEXIÓN
Mateo 15:1-20, Mateo 23:22-29, Hechos 15:1-29, Romanos
3:19-26, Gálatas 3:10-14.